domingo, 24 de junio de 2012

DUERME


A ella, de ondulados cabellos,

Mirada encantadora

Y juguetona sonrisa.

Quien no ha intentado, alguna vez, decirle a la chica que nos gusta:

     ¿Sabes...? ¡Quisiera decirte… que… tú y yo…!

Pero cuando lo queremos decir se nos lengua la traba, como diría el Chapulín, y nada nos ‘sale’, solo palabras entrecortadas, indescifrables, acompañadas de manos sudorosas y una tembladera de cuerpo que no hace más que mostrar ese miedo que nos hace sentir esa respuestita que nunca quisiéramos escuchar:

     ¡No puedo quererte como quisieras! ¡Te quiero! ¡Sí! ¡Pero como a un gran amigo!

Entonces esa ilusión se desvanece y se convierte en un sueño, un sueño que creamos, que anhelamos cumplir,  impulsados por ese noble deseo de sentirnos amados.

Cosa distinta sería que tú quieras y alguien más te quiera, y que en un momento de fortuna, de algún designio divino, ella, por quien tantos suspiros diste, quede dormida en tu regazo. ¿Qué haríamos entonces?

Aunque parezca mentira, todo toma un nuevo matiz. Parece un sueño, pero es realidad. Lo que no podíamos decir, lo que nuestros labios no podían pronunciar, ahora lo dicen a un cuerpo inerte, cálido, resplandeciente, equilibrado, que el sueño adormece y convierte en el más frágil ser de este trastocado mundo.

Es curioso, ¿verdad?, pero lo que no podemos hacer en un momento lo hacemos en otro, cuando todo está a nuestro favor. Así, tal vez no como lo describo, Bécquer alguna vez lo dijo en una de sus rimas, que, curiosamente, lleva un título sugerente: Duerme. Allí dice:

Despierta, tiemblo al mirarte;

Dormida, me atrevo a verte;

Por eso, alma de mi alma,

Yo velo mientras tú duermes.

Quizá no te haya pasado algo similar, pero te ha pasado.

     ¡Que NOOOOOOO…! Dirás.

Te digo que sí nos ha pasado, porque el DORMIR se puede interpretar de muchas maneras, como indiferencia, rechazo, desconocimiento, entre otras cosas. De esta manera nuestro corazoncito enloquece y nuestro verbo florece, porque el tenerla dormida es como tenerla lejos, pero cerca; así que hablamos y decimos lo que queremos decir sin que ella nos escuche, ya que ésta es nuestra forma de ser.

     ¡Como quisiera decirte lo que pienso! ¡Como quisiera decirte que estoy aquí, que existo y te amo intensamente!

El querer nos limita, nos retrae, nos calla, nos aleja de ella. Por ello, lo que hacemos, lo hacemos al revés. No le hablamos, mas sí sentimos felicidad cuando está cerca de nosotros.

Despierta hablas, y al hablar, vibrantes

Tus palabras parecen

Lluvia de perlas que en dorada copa

Se derrama a torrentes.

Todo parece maravilloso cuando nos quedamos calladitos y dejamos que todo pase, sin ignorar ningún detalle. Soñamos despiertos, magnificamos las cosas, establecemos relaciones que nunca nos hubiéramos imaginado. Así funciona la inspiración, así funciona la poesía.

Y, a la sazón, Bécquer nos haría recordar nuestra cobardía y esa ‘manía’ que tenemos de solo decir las ‘cosas’ cuando esa personita, sí, ella misma, por la que quizá nos hayan dicho:

     ¡No seas monse! ¿Qué esperas, una invitación para mandártele? ¡Te estás quedando!

Está distante de nosotros o, simplemente, está cerca, pero la obviamos, por temor. Diría entonces, nuestro amigo, en aquel momento:

Sobre el corazón la mano

He puesto porque no suene

Su latido, y de la noche

Turbe la calma solemne.

De tu balcón las persianas

Cerré ya, porque no entre

El resplandor enojoso

De la aurora, y te despierte…

                                               ¡Duerme!

Eso haríamos, callar lo que nuestro corazoncito desea gritar, evitando que cualquier molestia interrumpa su dulce tranquilidad.

¿Seremos así en realidad? Yo creo que sí, y me incluyo. No importa que tanto haya avanzado el internet, los celulares o las redes sociales, porque esa ventanita donde solemos escribir:

     ¡TKM!


Solo nos hace más complicada la vida, de pronto para quienes recién estamos incursionando como noveles aventureros en el desconocido mundo del AMOR: nos da un empujoncito para declararnos sin tener que pasar tantas incomodidades. Aún así, cuando llega el momento de decírselo directamente, la historia nuevamente se repite.


Así que ¡seamos valientes!, hombres y mujeres, y enfrentemos nuestros miedos. Por qué rehuir al amor, si algún día, inexorablemente, tendremos que experimentarlo; aunque nos cause dolor o una dicha profunda.

¿Cómo somos? ¿Qué hacemos por decir lo que sentimos, por expresar nuestras emociones? Solo nosotros lo sabemos.

No es bueno reprimirse. Actuemos, pensando y sin causar daño a nadie. Escucha a tu corazón y lucha por lo que quieres. Las grandes cosas se logran primero soñando y luego actuando. Si logramos conseguirlas, celebremos nuestros logros; si no, no nos resignemos, continuemos nuestro camino.
Por Máikol M. Fernández Solano.

2 comentarios:

  1. Muy buen escrito estimado Maikol; se percibe la inocencia del amor, característica sustancial que muchas veces se pervierte y es imposible de recuperar.

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  2. Escucha a tu corazón y lucha por lo que quieres...esa es la manera de vivir!!!! :)

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