A ella, de ondulados cabellos,
Mirada encantadora
Y juguetona sonrisa.
Quien no ha intentado, alguna vez, decirle a la chica que nos gusta:
—
¿Sabes...? ¡Quisiera decirte… que…
tú y yo…!
Pero cuando lo queremos decir se nos lengua la traba, como diría el
Chapulín, y nada nos ‘sale’, solo palabras entrecortadas, indescifrables,
acompañadas de manos sudorosas y una tembladera de cuerpo que no hace más que
mostrar ese miedo que nos hace sentir esa respuestita que nunca quisiéramos
escuchar:
—
¡No puedo quererte como quisieras!
¡Te quiero! ¡Sí! ¡Pero como a un gran amigo!
Entonces esa ilusión se desvanece y se convierte en un sueño, un sueño
que creamos, que anhelamos cumplir, impulsados por ese noble deseo de sentirnos
amados.
Cosa distinta sería que tú quieras y alguien más te quiera, y que en un
momento de fortuna, de algún designio divino, ella, por quien tantos suspiros
diste, quede dormida en tu regazo. ¿Qué haríamos entonces?
Aunque parezca mentira, todo toma un nuevo matiz. Parece un sueño, pero
es realidad. Lo que no podíamos decir, lo que nuestros labios no podían pronunciar,
ahora lo dicen a un cuerpo inerte, cálido, resplandeciente,
equilibrado, que el sueño adormece y convierte en el más frágil ser de este trastocado
mundo.
Despierta, tiemblo al mirarte;
Dormida, me atrevo a verte;
Por eso, alma de mi alma,
Yo velo mientras tú duermes.
Quizá no te haya pasado algo similar, pero te ha pasado.
—
¡Que NOOOOOOO…! Dirás.
Te digo que sí nos ha pasado, porque el DORMIR se puede interpretar de
muchas maneras, como indiferencia, rechazo, desconocimiento, entre otras cosas.
De esta manera nuestro corazoncito enloquece y nuestro verbo florece, porque el
tenerla dormida es como tenerla lejos, pero cerca; así que hablamos y decimos
lo que queremos decir sin que ella nos escuche, ya que ésta es nuestra forma de
ser.
—
¡Como quisiera decirte lo que
pienso! ¡Como quisiera decirte que estoy aquí, que existo y te amo
intensamente!
El querer nos limita, nos
retrae, nos calla, nos aleja de ella. Por ello, lo que hacemos, lo hacemos al
revés. No le hablamos, mas sí sentimos felicidad cuando está cerca de nosotros.
Despierta hablas, y al hablar, vibrantes
Tus palabras parecen
Lluvia de perlas que en dorada copa
Se derrama a torrentes.
Todo parece maravilloso cuando nos quedamos calladitos y dejamos que
todo pase, sin ignorar ningún detalle. Soñamos despiertos, magnificamos las
cosas, establecemos relaciones que nunca nos hubiéramos imaginado. Así funciona
la inspiración, así funciona la poesía.
Y, a la sazón, Bécquer nos haría recordar nuestra cobardía y esa
‘manía’ que tenemos de solo decir las ‘cosas’ cuando esa personita, sí, ella
misma, por la que quizá nos hayan dicho:
—
¡No seas monse! ¿Qué esperas, una invitación para mandártele? ¡Te estás quedando!
Está distante de nosotros o, simplemente, está cerca, pero la obviamos,
por temor. Diría entonces, nuestro amigo, en aquel momento:
Sobre el corazón la mano
He puesto porque no suene
Su latido, y de la noche
Turbe la calma solemne.
De tu balcón las persianas
Cerré ya, porque no entre
El resplandor enojoso
De la aurora, y te despierte…
¡Duerme!
Eso haríamos, callar lo que nuestro corazoncito desea gritar, evitando
que cualquier molestia interrumpa su dulce tranquilidad.
¿Seremos así en realidad? Yo creo que sí, y me incluyo. No importa que
tanto haya avanzado el internet, los celulares o las redes sociales, porque esa
ventanita donde solemos escribir:
—
¡TKM!
Solo nos hace más complicada la vida, de pronto para quienes recién
estamos incursionando como noveles aventureros en el desconocido mundo del
AMOR: nos da un empujoncito para declararnos sin tener que pasar
tantas incomodidades. Aún así, cuando llega el momento de decírselo
directamente, la historia nuevamente se repite.
Así que ¡seamos valientes!, hombres y mujeres, y enfrentemos nuestros
miedos. Por qué rehuir al amor, si algún día, inexorablemente, tendremos que
experimentarlo; aunque nos cause dolor o una dicha profunda.
¿Cómo somos? ¿Qué hacemos por decir lo que sentimos, por expresar
nuestras emociones? Solo nosotros lo sabemos.
No es bueno reprimirse. Actuemos, pensando y sin causar daño a nadie.
Escucha a tu corazón y lucha por lo que quieres. Las grandes cosas se logran
primero soñando y luego actuando. Si logramos conseguirlas, celebremos nuestros
logros; si no, no nos resignemos, continuemos nuestro camino.
Por Máikol M. Fernández Solano.