viernes, 27 de julio de 2012

LA CASA EN LA PLAYA

(Julio Ramón Ribeyro)

Tal vez, en algún momento, nos hayamos visto en la necesidad de estar solos, descansar del trabajo, de los problemas familiares o, simplemente, de la complejidad que significa vivir en la ciudad.

La casa en la playa, de Julio Ramón Ribeyro, se ambienta en un contexto similar; en el que el narrador y Ernesto, su amigo, se aventuran en una expedición de proporciones poco comunes. Buscan, al regresar ambos de Europa, un lugar tranquilo para alejarse, según ellos dicen, de las grandes ciudades y lo que implica vivir en ellas:

“… estábamos ya hartos de las grandes ciudades. No soportábamos su ajetreo; la estridencia de sus medios artísticos y la sofisticación de su vida social”.

Podemos ver en los personajes de Ribeyro una actitud de rechazo hacia la cultura occidental, producto de la saturación que ella causa. Entonces, el resultado de llevar esta vida estridente se traduce en la idea de querer buscar un espacio donde poder construir una casa que los cobije, que les dé la tranquilidad que desean alcanzar.

Pero… ¿hacia dónde ir?

“Y ese lugar no puede ser otro que la costa peruana…”

¿Por qué?

“Ambos habíamos nacido al borde del mar, jugando de niños en las vastas playas del sur, crecido explorando sus dunas y arenales… pero cargados para nosotros de presencias, de poesía y de misterios”.

Son los recuerdos, por tanto, de un pasado mágico, armonioso y nostálgico, que los empuja a realizar su cometido, a materializar sus sueños, a intentar llenar ese vació que la sociedad occidental creó en ellos.

Es por ello, que la playa se convierte en una especie de refugio, de portal que los trasladará a un mundo distinto, cercano al que ellos buscan; en el que una vez vivieron disfrutando de su niñez. Y como ambiente natural, la playa representa la contraparte de la ciudad, es decir, lo tranquilo, lo silencioso, lo que permite al hombre acercarse a la meditación, y con ella, al equilibrio interno.

Por otro lado, también podemos notar que nuestros personajes (el narrador y Enesto) buscan la playa, entre otras cosas, porque suponen que allí estarán alejados no solo de la cultura occidental, sino también de las multitudes, que con sus costumbres poco comunes rompen con la armonía natural que debería caracterizarla. Son esos hombres, mujeres y niños, provenientes de los pueblos jóvenes aledaños a Lomo de Corvina, a los que Ribeyro hace referencia, quizá para poner de manifiesto una de las tantas consecuencias que el fenómeno migratorio causó en Lima: crecimiento desmedido de la población.

Otro aspecto que se podría rescatar de este cuento es el grado de modificación que sufren los esquemas morales de los personajes principales:

“Al año siguiente estábamos ya en Lima… Esta vez, sin embargo, decidimos innovar: para compartir nuestra aventura y amenizar nuestro viaje resolvimos ir acompañados por sendas amigas.

Siendo ambos casados y con hijos…”.

Aunque la infidelidad está presente, no podemos afirmar de manera categórica que siempre lo haya estado; pero lo que no se puede negar es que las relaciones amatorias entre ellos y sus esposas se vieron rotas, gracias al tedio de lo cotidiano y la desvalorización de los lazos que deberían unir a una pareja, a un matrimonio.

Cada accionar, cada evento fortuito, cada intento de búsqueda fallido, nos permite entender el largo proceso por el que el ser humano tiene que pasar si quiere hacer de sus ideales una realidad; que si no logra conseguirlos:

“¡Qué importa! –dijo muy serio-. Si no encontramos la playa desierta, nuestra casa sólo existirá e nuestra imaginación y por ello mismo será indestructible…”.

Resignarse, en el contexto de La casa en la playa, es comprensible, pero en el nuestro sería una mala decisión, porque obstaculizaría nuestro panorama y nos impediría, obviamente, ver todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance para poder conseguir lo que queremos. Pero, eso sí, actuando con responsabilidad y criterio a la hora de escoger una de ellas, porque tengamos en cuenta que no todas las vías, de las que nos podamos valer para llegar a un determinado lugar, son las más adecuadas.

Finalmente, puedo decir que La casa en la playa es una metáfora que invita al lector a darle un sentido, una explicación de acuerdo con sus experiencias. Es un ideal que todos construimos; que intentamos materializar a partir de nuestros intereses, de nuestros deseos, de nuestros sueños.

¿Y tú, ya encontraste tu casa en la playa?

Máikol M. Fernández Solano

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